martes, 9 de mayo de 2017

A Edna Pozzi


Llamarse Edna
es tener tatuado el nombre de la Poesía.

Es habitar en ese sitio suave y cálido
donde nos invade con hojas el otoño
es saber que existe alguien que se durmió entre sus versos
y que quedará ahí por siempre
entre lilas y azahares.

Edna la mujer compañera del viento
la que ahora cuando despierte
caminará entre pinos y abedules
regresando por fin  a los brazos de Cecilia.

Edna la pequeña y frágil
la enorme,  la de la mirada cosmos
la que empuño palabras cuando otros callaban
la que puso la voz donde hacían silencio.

Edna la intrépida, la enamorada,
la mujer libre como esos pájaros que no habitan la ciudad
la del andar cansado
la de las manos cálidas.

Edna la valiente
la que dejó entre sus huesos fortalezas y castillos
la que acunó su casa, sus calles
la que dijo no cuando todos decían si.

Edna la de las antiguas plegarias
madre de los indefensos, los derrotados
la equilibrista, la maga
la dulce vertiente.

Edna, la poesía.



Gustavo Tisocco